Especial/themiamiline
La angustia y la incertidumbre llegaron a su fin en Argentina gracias a un entendimiento salvador logrado en las últimas semanas.
En efecto, el 20 de junio pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció un acuerdo con Argentina con relación a un crédito Stand-By por $50.000 millones. El pacto ha sido anunciado como una necesidad para generar confianza en los mercados externos y domésticos, así como de reducción de las necesidades de deuda externa argentina.
La situación durante el primer semestre del año 2018 ha sido cambiante para la economía de dicho país. El frente externo muestra una condición vulnerable al tener un déficit fiscal cercano al -5% del PIB, el más alto registro de los últimos 20 años. La Inversión Extranjera Directa y de Portafolio no ha sido tan dinámica, lo cual aumenta la relación de financiamiento de la balanza de pagos del endeudamiento externo.
En el terreno fiscal, el déficit del sector público alcanza un faltante cercano al 6% del producto. En el corto plazo, un fenómeno de sequías afectó negativamente el sector agropecuario e impactó adversamente el volumen de la oferta exportable, la inversión privada y el consumo de bienes en las zonas rurales asociadas al choque.
Adicionalmente, el contexto financiero internacional se ha complejizado recientemente.
Por una parte, la elevación del rendimiento de los bonos del tesoro de Estados Unidos (a niveles cercanos al 2.9%) ha marcado nuevos referentes de riesgo más altos, en contra de los activos financieros de los mercados emergentes.
Similarmente, el dólar de Estados Unidos ha mostrado una volatilidad amplia. Después de casi 14 meses fortaleciéndose, en abril empezó un inesperado giro al debilitamiento. De esta forma, varios bancos centrales del mundo se han visto en la necesidad de vender reservas para defender su tipo de cambio: Indonesia y Argentina son dos casos que los observadores internacionales destacan.
Otro aspecto que ha jugado en contra de los mercados emergentes tiene que ver con los vientos de proteccionismo y aranceles no esperados. Igualmente, algunos factores como la geopolítica y las elecciones en muchos países han mantenido los inversionistas en una vigilia permanente.
El entorno adverso en mayo de 2018 llevó a que el peso argentino viviera episodios de devaluación hasta del 5% diario. El Banco Central de Argentina tuvo que intervenir los mercados cambiarios vendiendo reservas y aumentando las tasas de interés de intervención de política monetaria a niveles del 40%. Así, se experimentaron días de tensión cambiaria, volatilidad y dificultades en este frente.
Este escenario exacerbó los temores y las expectativas de un sudden-stop de capitales y llevó a que el gobierno argentino buscara una alternativa institucional de financiamiento.
Argentina ha solicitado líneas de financiamiento del FMI desde 1957 en varias ocasiones. No había una relación tal desde el 2003.
El actual arreglo ha propuesto lograr un equilibrio en términos del déficit primario fiscal para el año 2020, así como el fortalecimiento de la independencia del banco central (necesaria para luchar contra la inflación que aqueja al país hace ya varios años), reducir la intervención cambiaria a los momentos de mayor volatilidad de la tasa de cambio además de limitar la financiación del déficit fiscal mediante la puesta en circulación de dinero por parte del banco emisor.
Este plan además contempla la posibilidad de mantener y focalizar el gasto público social destinado a la población más vulnerable.
En este orden de ideas es claro que los programas de ajuste del FMI tienen por objeto la estabilidad macroeconómica, la viabilidad de las balanzas de pagos en el mediano plazo y la generación de crecimiento de manera sostenible. Esto no puede lograrse sin que de por medio se presenten medidas de ajuste, que muchas veces son leídas como medicinas amargas.
Ante los desequilibrios económicos es necesario emprender acciones para enderezar el rumbo. En el mismo proceso de ajuste debe primar el buen juicio y la búsqueda de economía que sea viable en plazos medios. Para esto la reducción de los déficits es necesaria para generar crecimiento futuro.
En este momento económico es urgente que la economía Argentina, que representa casi el 12% del producto de América Latina, recupere su senda de crecimiento. Los problemas estructurales acumulados durante casi una década requieren ajustes de mediano plazo. No se pueden esperar que a la vuelta de uno o dos años todo se solucione mágicamente.
La paciencia y la persistencia son imprescindibles para corregir el rumbo en Argentina y ordenar las cuentas fiscales y externas. El acompañamiento del FMI es una oportunidad para que dicho logro sea factible. La región y la economía doméstica se verían ampliamente beneficiadas con ello.