El nuevo presidente lanza ordenes ejecutivas para detener la construcción del muro en la frontera con México, otorgar residencia a los Dreamers y en ocho años hacer ciudadanos a quienes hoy son ilegales
Por Patricia Martínez Zelikoff y Luis F. Sánchez
The Miami Line News
En su primer día en la Casa Blanca, el nuevo presidente Joe Biden firmó una serie ordenes ejecutivas sobre inmigración, que revocan las que dio el saliente mandatario Donald Trump y que tienen como objetivo legalizar a los más de 11 millones de indocumentados que en estos momentos se encuentran en Estados Unidos.
Las ordenes mandan, entre otras cosas, detener la construcción del muro en la frontera con México; preservar y fortalecer el programa llamado “dreamers”, que apoya a aquellos que ingresaron al país como ilegales cuando eran niños y permitirles que soliciten la residencia permanente; y establecer un periodo de ocho años para que los indocumentados sin antecedentes delictivos se conviertan en ciudadanos de Estados Unidos.
En el caso de la legalización de 11 millones de personas, la propuesta de Biden necesitará la aprobación del Congreso y estas buenas intenciones tendrán que enfrentarse con la dura realidad de un país enfermo de Covid-19, con cifras de desempleos de dos dígitos y desindustrializado de una manera muy peligrosa.
Cuando en 1986, el presidente Ronald Reagan dio la amnistía que permitió la legalización de tres millones de indocumentados, otra era la situación de Estados Unidos.
Entonces, Estados Unidos era de manera indiscutible la primera potencia del mundo; las fábricas trabajan a tiempo completo y sus productos se vendían por todo el planeta. Se necesitaba mano de obra barata en el país para no encarecer los precios y mantenerse de manera competitiva en el mercado.
En la actualidad, esa potencia productora es China, que produce a precios bajísimos, no tiene sindicatos de trabajadores ni estos cuentan con derechos sociales, exporta a todo el mundo y se estima que a fines de la década el gigante asiatico se convertirá en la primera potencia mundial.
Biden tendrá que encontrar un balance para satisfacer sus expectativas y sus sueños con la urgencia de crear una economía sana y competitiva.
También el nuevo presidente puso fin a las restricciones para viajar que había impuesto Trump a ciudadanos de ocho países: Chad, Irán, Somalia, Libia, Norcorea, Siria, Venezuela y Yemén.
De otro lado, Biden ordenó revocar la exclusión de inmigrantes ilegales en el Censo 2020 como lo había dispuesto la administración pasada.
Quizás la medida de mayor impacto lanzada por Biden sea la de detener la construcción del muro en la frontera con México, que para muchos fue decisivo en el triunfo electoral de Trump el 2016 y que para otros es el muro de la verguenza.
“La proclamación dispone una pausa inmediata en la construcción de los proyectos para permitir una revisión minuciosa de la legalidad de los fondos y los métodos usados”, anunció Biden sobre el alto a las obras en el muro de Trump. “Vamos a determinar la mejor manera de redireccionar los fondos que fueron desviados por la anterior administración para financiar la construcción del muro”.
Mientras muchos expresan su alegría por las medidas de Biden, otros temen que puedan tener un efecto llamada y alentar a miles de personas a probar suerte por la frontera sur para entrar a Estados Unidos de manera ilegal ahora que el péndulo se fue al otro extremo.
Al momento que Biden tomaba juramento en Washington, DC, antes del mediodía del miércoles 20 de enero, una caravana de aproximadamente 3,000 migrantes hondureños chocaban contra la seguridad fronteriza en Guatemala con el objetivo seguir hacia Estados Unidos. El día anterior, el diario New York Post había publicado una foto inmensa de la caravana en su portada con un titular tipo catástrofe que decía: “Coming for the inauguration” (“Venimos a la inauguración”), “Border rush as Biden promises more asylum, fewer deportations” (“Corrida en la frontera mientras Biden promete más asilo y menos deportaciones”).
Resulta paradójico que mientras miles de personas tratan de ingresar por la frontera sin ningún control, una de las 10 ordenes ejecutivas dadas por Biden en el primer día de su mandato como presidente estipula: “Los viajeros del extranjero deben mostrar una prueba negativa del Covid-19 antes de embarcarse hacia Estados Unidos y deben cumplir con una cuarentena cuando lleguen al país”.
Es imposible preveer el potencial cargamento de infecciones que puede introducirse a través de la frontera sur con el paso de las caravanas o sus remanentes. Tampoco hay un control si se infiltran personas con antecedentes delictivos o que estén involucradas en actividades que pueden poner en peligro la seguridad de la nación. Por lo cual resulta necesario que Biden contemple un plan de apoyo, especialmente para las naciones centroamericanas, que permita crear oportunidades de trabajo y desarrollo para su población, sobre todo para los jóvenes. Esto también impedirá que la mala gente se camufle con el trigo limpio.