Por Nicolás Tapia
The Miami Line News
La noche era muy agradable en el sur de la Florida. La temperatura se vio favorablemente afectada por una severa lluvia que solo rondó por las cercanías del Hard Rock Stadium para el regocijo de los más de 12.000 espectadores que asistieron a presenciar el duelo amistoso entre las selecciones de fútbol de Ecuador y Venezuela, ambos en preparación para participar en la próxima edición de la Copa América a disputarse en Brasil a mediados del presente mes.
Para los llaneros, el espectáculo fungía como una pequeña válvula de “escape” en sus mentes ante la difícil situación socioeconómica que vive su país.
Efectivamente la distracción venía de la mano de uno de los proyectos más exitosos que ha mostrado el balompié venezolano en las últimas décadas, independiente de que no estarían presentes algunas de sus figuras más emblemáticas.
En las tribunas hubo algunas importantes figuras del ámbito social, empresarial y político, tanto local como internacional, destacando la presencia del embajador de Venezuela en los Estados Unidos Carlos Vecchio.
Sin embargo el espectáculo estuvo ‘engalanado’ con la asistencia de un “héroe”, portando en su dorsal la bandera tricolor de las siete estrellas como emblema de su autenticidad como tal.
Literalmente hablando era un “héroe” con capa.
A los 15 años de edad este ‘personaje’ saltó a la palestra mundial el 14 de febrero del 2018 en un hecho tristemente conocido como la Masacre de la secundaria Marjory Stoneman Douglas en la localidad de Parkland (norte del condado Broward, en Florida) cuando un “desadaptado” irrumpió en dicha establecimiento e indiscriminadamente comenzó a descargar a todo aquel que se le atravesara en el camino la poderosa arma automática que portaba…
En su andar por los pasillos y salones del recinto educacional asesinó a 17 individuos inocentes e hirió a otro número similar causando pánico y desazón propios de una situación de esas características.
La tragedia pudo ser mayor de no mediar la rápida y espontánea acción de Anthony Borges, quien utilizó su propio cuerpo como “escudo” para proteger la vida de sus compañeros que se encontraban en una de las aulas.
El delincuente logró acertar cinco disparos en la humanidad de Anthony, uno en su abdomen, otro en uno de sus pulmones y los restantes en sus piernas.
Más de una docena de operaciones fueron necesarias para salvarle la vida a este “héroe”. Remover parte de su intestino, un tercio de uno de sus pulmones y ser conectado un par de veces a un respirador artificial fueron parte del proceso de llevar al joven lo más cercano a la normalidad.
Las secuelas tanto físicas como psicológicas quedarán marcadas de por vida y el agradecimiento de aquellos que fueron beneficiados por su acción tendrán una consecuencia eterna.
Previo al juego, que empataron 1-1 Venezuela y Ecuador, la noche del 1 de junio en el Hard Rock Stadium en Miami, Anthony fue invitado a formar parte del protocolo habitual de sortear el saque de salida en donde participaron los capitanes vinotinto Roberto Rosales, su homónimo tricolor Gabriel Achilier y el grupo arbitral costarricense.
Nadie pareció asimilar la presencia del joven de orígen venezolano hasta que fue anunciado por las bocinas del coloso deportivo de Miami Gardens, momento en el cual tanto propios como extraños se amalgamaron en un estruendoso aplauso que puso de pie hasta al más escéptico, arrancó muchas lágrimas y le brindó al espectáculo una solemnidad pocas veces vista en un evento de dicha naturaleza.
Acto seguido el muchacho saludó a sus ídolos de la selección y se fotografió con Salomón Rondón, su favorito.
Salió del terreno de juego despedido por una ovación aún más grande que la bienvenida.
Claramente hasta ese punto la gran mayoría de los asistententes habían reconocido que estaban en presencia de un auténtico “héroe”, uno de esos que usan como capa la bandera de su país de orígen… aunque fuera en tierras lejanas.