Por Luis F. Sánchez
The Miami Line News
Un grupo de soldados colombianos que perdieron sus piernas en la batalla contra las guerrillas correrán con una cinta con los colores de la bandera de su país y una franja negra, el domingo 27 de enero en el Fitbit Maratón y Medio Maratón de Miami.
El motivo es rendir un homenaje a los más de 20 jóvenes que murieron luego que estallara un coche bomba en la Escuela de Cadetes en Bogotá, el 17 de enero pasado, en uno de los más horribles atentados terroristas en Colombia en los últimos años.
Camilo Díaz, Harlen Ospino y Fabio Rendón perdieron sus piernas en su lucha contra las FARC, pero tuvieron el coraje de recuperarse y retomar la vida con esperanza.
El deporte se convirtió en la herramienta fundamental para volver a vivir y encontraron en la La Fundación United for Colombia una institución que les brinda un apoyo invalorable y que ha hecho posible que por segunda ocasión participen en el multitudinario evento en Miami.
“Nosotros y nuestras familias hemos sufrido en carne propia los horrores de la guerra, por eso queremos dedicar nuestra participación en Miami a los cadetes caídos el 17 de enero en Bogotá”, dijo Díaz quien perdió su pierna izquierda al pisar un campo minado en una operación militar contra el cabecilla de las FARC “Mono” Jojoy, en el Caquetá. “No hay un solo colombiano que no quiera la paz, pero paz sin impunidad”.
Díaz ingresó a los 19 años de edad a la escuela de oficiales del Ejército de Colombia. Llegó hasta el grado de capitán y tuvo que retirarse luego del terrible episodio que le ocurrió en acción de guerra.
“Un 29 de diciembre del 2007 aproveché los cinco días que nos daban antes de trasladarnos a un lugar de combate y me casé con mi novia de toda la vida, Clara Montealegre”, recordó el capitán Díaz con naturalidad. “De inmediato me reintegré al batallón contraguerrillas y nos internamos en el departamento del Caquetá, que era la zona más peligrosa. Cuando faltaban ocho días para que me tocara mi descanso pisé una mina antipersonal. Mi luna de miel la pasé en el hospital”.
El deporte, el estudio y la posibilidad de convertirse en miniempresario fueron las alternativas que le ofreció el estado colombiano como parte de su recuperación.
“Escogí las tres”, explicó el capitán Díaz. “Empecé a correr y a estudiar. He participado en carreras en Buenos Aires, Miami, Bogotá y Medellín. Me gradué como abogado en la prestigiosa universidad Externado de Colombia, y me especialicé en derecho penal. Y dirijo mi propia empresa importadora de accesorios de oficina”.
Ospino, por su parte, cumplió con su servicio militar cuando tenía 18 años y le gustó la experiencia y cuando terminó decidió enrolarse al ejército como soldado profesional.
“Me estacionaron en una zona de las guerrillas”, recordó Ospino. “Perseguíamos al grupo del ‘Mono’ Jojoy, que al sentirse acorralado minó el área. Tuve la mala fortuna de pisar un artefacto explosivo, me llevaron al hospital Villavicencia y me amputaron las dos piernas”.
Tuvo un largo proceso de recuperación y la Fundación United for Colombia lo ayudó para conseguirle las mejores prótesis no solo para caminar sino para competir.
“En Miami corremos para expresar nuestro afecto a las víctimas de las escuela de cadetes de Bogotá”, expresó Ospino. “Nuestro mensaje es para esas familias que sufren como las nuestras y queremos decirles que no pierdan la esperanza porque son más los buenos que los malos”.
Además de correr, Ospino estudia Gestión de Archivos. Es casado con Paola Bello y tiene una niña, Paulette, de ocho años de edad.
“Ellas son mi gran apoyo”, comentó. “Mi hija se siente muy orgullosa de mí, al principio se sorprendía al verme con mis prótesis, y ahora me ve con normalidad, comenta con sus compañeras en la escuela que su padre fue soldado, quedó herido en la batalla y ahora gana medallas como atleta. Me hace sentir como su héroe”.
Mientras, Rendón ingresó el 11 de octubre del 2004 al servicio militar. Nueve meses después se enlistó como soldado profesional. El 25 de julio del 2008 piso un artefacto explosivo.
“Ocurrió en el departamento de Nariño, en la frontera con Ecuador, en pleno páramo”, recordó Rendón. “Tres días demoraron para sacarme de ahí luego de que caía herido. Cada explosión y cada disparo provocaban, por una extraña reacción de la naturaleza, que bajara la neblina. En consecuencia, los helicopteros de rescate no tenían visibilidad y no podían aterrizar. Escuchábamos el ruido de las helices, el sonido de los motores y sus mensajes por radio en los que nos decían con angustia e impotencia que en esas condiciones era imposible descender para ayudarme. Esos tres días fui atendido en el monte por los enfermeros de combate”.
Pese a todo, Rendón aseguró que tuvo suerte de perder solo la pierna izquierda.
En el hospital de Pasto le cortaron parte del pie y luego de estabilizarlo lo trasladaron a Bogotá, donde después de dos meses de tratamiento y de esfuerzos por recuperarlo tuvieron que cortarle la pierna bajo la rodilla”.
“Gracias a Dios yo perdí solo parte de una pierna”, comentó. “En el hospital compartí momentos con muchos compañeros con lesiones terribles y pérdidas dramáticamente mayores”.
Rendón empezó su nueva vida como pesista, pero un su amigo Andrés Patiño, también exsoldado, lo invitó a una carrera y así empezó su pasión por el atletismo.
“Soy corredor profesional y mi especialidad son los 100, 200 y 400 metros planos”, explicó. “Pero ahora estoy probando en las pruebas de fondo”.
Asegura que el enorme apoyo de su familia ha sido decisivo para afrontar esta nueva parte de su vida.
“Llevo en mi corazón a mi esposa Sandra Buitrago, a mis hijos Andrián Felipe y Sebastián y a mis padres”, señaló Rendón. “Ellos me tienen donde estoy ahora. Se sienten orgullosos de mí. Quieren ser como yo. Son mi todo”.