Por Óscar Ritoré
Themiamiline
Doña Nora, la Mamá de Jossimar Calvo, sintió terror cuando le dijeron que su niño no crecería más.
Tenía 5 años, vivan en una casa con dos cuartos, uno para ella y otro para su máquina de coser, en un barrio donde la pobreza abunda en Cúcuta, una ciudad colombiana de la frontera con Venezuela.
El diminuto niño se paraba, literalmente, en la cabeza y caminaba usando sus brazos con una facilidad que fascinaba.
Esas piruetas llamaron la atención de su profesora Pilar, su maestra en un colegio público; esta mujer entusiasmó a su mamá, una costurera de barrio llena de optimismo, quien llevó por intuición al niño ante Jairo Ruiz, un entrenador de gimnastas de esta ciudad de frontera con muchas ganas de hacer figuras y pocos recursos económicos para ello.
- El colombiano le dio una lección al hambre en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018 y derrotó la pobreza a punta de piruetas.
Calvo, quien presentaba un cuadro crónico de desnutrición, fue salvado de las fauces del hambre por sus mentores, un endocrinologo quien literalmente le inyectó vida y la disciplina del muchacho, el resto lo hizo su mamá Nora, quien se metió en la cabeza y de paso en el pequeño cuerpo de su hijo la idea de convertirlo en alguien grande, así su cuerpo se quedará más cerca del piso que del cielo.
“Si no había plata en la casa, había oro en él”, se oía decir en las calles del barrio Belisario de Cúcuta a los vecinos que vieron levantar entre penurias a esta figura menuda que con el paso del tiempo y a punta de trabajo se convirtió en una masa de músculos bien coordinados que además de fuerza tenía talento.
La existencia de “Jossi”, como lo conocen sus amigos, se parece a lo que lleva haciendo en estos años, un sube y baja constante en una barra fija que es la vida misma.
No ha logrado una medalla olímpica aún porque para alcanzarla se necesita más que suerte. En su deporte una figura nace cada tres décadas. Muchos piensan que será en los olímpicos de Tokio seguro.
Hace pocas semanas perdió súbitamente a su madre, que para él fue como perder una mano.
En Barranquilla le dedicó sus triunfos mirando al cielo al terminar las rutinas que le colgaron un racimo de medallas de todos los metales en el cuello.
Como si la reencarnación existiera, la muerte de su madre coincide con el nacimiento de su hija, ella le recuerda que en su vida las mujeres lo han sido todo.
Jossimar Calvo es una prueba de esfuerzo que dejó atrás la pobreza y la escasez, él por sí solo es una beta de oro que procesa monedas gigantes representadas en medallas que en su caso y por cuenta de su talento se miden en metros y se pesan en kilos.